Alabama Monroe
Cuando pierdes a un ser querido no puedes seguir siendo el mismo.
Me cambié el nombre para borrar mi identidad, mi pasado, mis recuerdos a tu lado, las maravillosas tardes de invierno acariciándote el pelo, revuelto de misterio, de brillo, fugaz.
Somos cicatrices sin cerrar, palabras sin significado, ideales opuestos, contrarios, somos aquello en lo que no queríamos convertirnos. Y si todo fuera tan fácil como correr de nuevo, mirar al cielo, gritar que en tus mejillas aún encuentro un poco de sosiego. Mirar al frente, sentirte dentro, no existe la salida que lleve al hazmerreír de tu silencio. Cerrar los ojos, llorar de desconsuelo, no puedo encontrarle las cosquillas a la vida si no te tengo. No puedo seguir latiendo si todavía pienso que estás lejos. No quiero mirar al cielo y pensar que no estás entre el azul y el cristal del techo. Me gustaría batir las alas y sentir, muy cerca, la brisa de tu vuelo.
Carta de no cumpleaños
Hoy te escribo para felicitarte por tu cumpleaños aunque no cumplas años. Porque en mi memoria sigue el vivo recuerdo de tu imagen, de tu voz, de tu humildad y de tus latidos. Y aunque no es el primero de tu no cumpleaños, un pedacito de mi inocencia recuerda con cariño cada una de las veces que insistías en que no querías regalos ni grandes celebraciones. Y mira, ahora se cumple tu deseo.
Creo que no soy consciente de lo que te echo de menos, ni de las veces que me arrepiento por no haberte dado más abrazos y besos. Pero la vida se trata de eso, de añorar lo que un día puede arrebatarte el viento. Y un verano con una brisa de aire fresco nos dejaste, acariciados por una tristeza que con el invierno se desgarraría y con el paso del tiempo no lograría enlazarse.
Feliz no cumpleaños a la persona que me ha visto caer, crecer y levantarme. Aunque es imposible que el término feliz, aquí cobre sentido.
La juventud del viejo
Con la vejez aumenta la soledad, y con ella se anhelan rostros y cuerpos mancebos.
Los hombres sedientos de compañía buscan jóvenes refrescos con los que poder sentirse vitales, enérgicos, avasalladores. Las mujeres hambrientas de devoción, admiración y sabiduría, buscan en la experiencia mentes inteligentes e ingeniosos coqueteos. Ambos saben que la edad es una virtud y una desdicha. Y que refleja una imagen de sí mismos que poco tiene que ver con la real.
Nos gusta encerrarnos en personajes de ficción para refugiarnos de nuestras debilidades. Sabemos que es más fácil gustar a alguien por el parentesco que por las verdades, y por ello utilizamos las virtudes de la edad como símbolo de superioridad ante los demás. Si eres joven te verán alocado, vivaz, deseoso y tierno. Si eres viejo te verán sabio, experto, conocedor de la vida, experimentado y con atractiva vehemencia. Pero cada uno quiere tener la edad contraria a la que posee. Son seres nostálgicos de lo que fueron, o deseosos de lo que serán. Para, al fin y al cabo, beneficiarse de las carencias del otro.
La meta de salida
Hay veces en que la mejor opción es dejar que se marchen. Tomar como punto de partida la salida y, tras unos kilómetros de lejanía, animarlos a que lleguen a la meta de la despedida.
Quizás, hay personas que llegan para enseñarte que su partida será mucho más significativa que todo el tiempo que hayan estado en tu vida y que, aunque no se despidan, corre a tu cargo saber que se han ido y que no volverán. Es inevitable pensar en todas aquellas veces que has querido poner punto y final, y no has tenido las suficientes agallas para echar a volar. Es increíble como las personas, al igual que los pájaros, salimos del nido sin mirar atrás y que como los ruiseñores, hacemos nuestro particular cántico a la libertad. Pero solo abandonamos cuando nos sentimos atrapados en la jaula de las dudas y la cobardía. Y que, si tenemos la fuerza para decidir dar rienda suelta a nuestro viaje, también deberíamos aprender a decir adiós. Porque es un gesto que cicatriza heridas y cierra capítulos. Porque es lo menos que puedes hacer por alguien que te dio la bienvenida a su vida.